lunes, 7 de marzo de 2011

Ocaso

Capítulo II
Soledad

Dejé que Jared durmiera en mi habitación, mientras tanto yo dormiría en la antigua habitación de mi padre. Desde su muerte jamás había vuelto a entrar en ella. Al abrir la puerta me recibió un golpe de soledad, mezclado con aroma de tabaco y café. Tiré de mi misma a la cama con sábanas azules y me abracé del edredón. Todo seguía intacto, los viejos muebles, el tocadiscos de la abuela, el escritorio con su silla de madera, su arma de cazador. Incluso percibía su olor, su presencia.
Entre recuerdos, me quedé profundamente dormida. Al despertar me di cuenta de que toda la habitación olía a rosas. Me incorporé súbitamente y palpé mi ropa que aún seguía húmeda. No quise molestar a Jared, después de que James se marchó y me dormí con la ropa mojada puesta. Tuve la rara impresión que el olor a rosas presagiaba una enfermedad por mi descuido.
Caminé sin hacer ruido hasta mi habitación, intentaría tomar ropa sin despertar a mi bello invitado. Sin embargo al abrir la puerta, descubrí que no había nadie. El corazón me dio un salto inesperado y todo mi cuerpo se llenó de temblores. Busqué en el cuarto de baño, en la cocina, en la sala, en el patio. Llamé a Jared, pero no hubo respuesta… Jared se había marchado.
Luego de tomar un corto baño y vestirme con las primeras prendas que encontré en mi camino, corrí a la casa de James, salté la pequeña cerca divisoria de la fachada y llamé al timbre una vez… luego dos… y tres… y muchas veces más. Nadie respondió.
Regresé a mi casa, tomé el teléfono y llamé al móvil de James. Tampoco hubo respuesta. Llamé a Austin, su hermano y me respondió el buzón de voz.
Gaste el da completo en un intento por no llorar. Jared se había ido sin ninguna explicación al igual que James. Recordé mi noche entre los recuerdos de mi padre y aquello me hizo sentir peor. Esta vez no sólo me sentía sola, estaba sola. Deambulé por mi casa sin noción del tiempo, por primera vez no había música en mis oídos, algo no muy común por mi condición de melómana. No había restos de comida en mi organismo, sin embargo no tenía hambre.
Busque mi  rincón favorito, un estrecho hueco bajo las escaleras. Me acurruque, abrazando mis rodillas con mis brazos y dejando caer la cabeza sobre ellas. Cerré los ojos y me negué a pensar… al escuchar vagamente el tintineo de llaves acercándose, todas mis terminaciones nerviosas temblaron, y mi pulso se aceleró violentamente. Levante la cabeza en un impulso y escuche que la puerta se abría. Bajé el rostro para tratar de ver y encontré a James lanzando las llaves sobre la mesita de centro.
Si no me hubiese sentido tan triste la vista hubiese sido espectacular. James llevaba puestos unos pantalones deportivos de color verde musgo colgando bajos de su cadera. Cargaba una camiseta blanca sobre su hombro, dejando al descubierto su blanca y bien formada anatomía. Su abdomen lucia perfecto, mandando pequeñas tonalidades oscuras a  los músculos bien marcados de la cadera. A pesar de ser delgado, el cuerpo de James era atlético… humanamente perfecto.
No me vio al entrar  y escuche el eco de sus pasos por encima de mi cuando subía por la escalera.
Después de tener una visión tan brillante de mi mejor amigo, me observe a mi misma. Mi esplendida vestimenta era un pijama largo de color marrón, estaba descalza y mi cabello era un desastre. Bajé la mirada hasta mis manos, que también eran un desastre, frías y descuidadas. Sentí compasión de mí.
-          Qué haces aquí?  Peti –  James me observó por encima de sus pobladas cejas.
Di un pequeño salto por su aparición inesperada. Abrí la boca para decir algo, pero no supe que. Ahora James llevaba puesta su camiseta y sus pies estaban descalzos como los míos. No tuve tiempo de quejarme, cuando lo vi deslizarle en mi rincón, intentando acomodarse frente a mí, como cuando éramos niños y nos escondíamos de nuestros padres.
-Rayos! Este lugar se ha encogido, desde la ultima vez que lo usamos- masculló alegremente, mientras extendía sus piernas una a cada lado de mi cintura, haciendo descansar sus pies en el pedazo de pared.
De repente me sentí incomoda, sabia que me había sonrojado. James lo notó y tomo mis pies con sus manos, los elevó y los colocó sobre su abdomen, que se sentía extremadamente cálido… Me sentí literalmente enredada, él y yo estábamos frente a frente, yo estaba mucho más cómoda y también más ruborizada.
-          Ahora me dirás que haces aquí?- mas que una pregunta era una exigencia, apartó las mechas desiguales de su cabello que se deslizaron sobre su frente y me observó detenidamente.
-          Me siento sola, James- dije, y respire hondo- toda la gente que conozco me abandona. Primero mamá, luego papá, Jared… se fue… y tú también.
-          Yo no me he ido. Mírame, aquí estoy… Esta mañana salí en busca de mi padre, anda de cacería otra vez- rió suavemente- traté de llamarte, pero…
-          Pero te estas cansando d mí, verdad?... estás cansado de preocuparte por mi a cada momento- imaginé que diría alfo parecido y sin pensarlo las palabras se escaparon de mis pensamientos
-          No me cansado de ti, pero lo haré pronto si te sigue comportando de esa manera tan tonta- dijo, con tanta frialdad que sentí que  me rompió pòr dentro.
Sus palabras me golpearon con dureza, mas bien, me estrujaron, lapidaron, ametrallaron, o cualquier palabra semejante.
Mis lagrimas brotaron a pesar de mi intento por evitarlo. James seguía observando me esa manera tan fría  como lo hacia a veces. A caso no comprendía lo mucho que me lastimaban sus palabras?. Me sentía sola y triste y la verdad, lo que decía James, no me ayudaba en mucho.
Bajé el rostro permitiendo que las lágrimas corrieran, sin sollozos ni lamentaciones. El freno y la moderación desaparecieron, y me permití llorar amargamente, cubriéndome el rostro con las palmas de mis manos.
Generalmente evitaba llorar a toda costa, y prefería reprimir mi dolor en el hueco del estomago. Esa noche lloré como un bebé, dejé salir todas mis frustraciones. Las pequeñas punzadas de dolor en mi cabeza me hicieron saber que era el momento d detenerme.
James me dio un pañuelo azul, lo tome a regañadientes y seque muy bien mi rostro.
-T e sientes mejor?- pregunté, con voz suave.
Escuchar la pregunta hizo que mi sangre hirviera, hasta que me di cuenta que realmente me sentía mejor. Afirme con la cabeza, mientras respiraba profundamente.
-          Te das cuenta que lo único que necesitas es llorar?- su voz cayó en un susurro y el pequeño destello azul de sus ojos, me hizo comprender sus verdaderas intenciones.
El sabía que sus palabras me lastimaban, y también conocía lo orgullosa que yo era, claramente no había otra manera más que esa para obligarme a llorar.
Me lancé a sus brazos, sintiéndome como tonta, rodeé su espalda con mis brazos y él masajeó mi cabello con la punta de sus dedos.
-          James, eres un imbécil.
-          Lo sé.
-          Te odio.
-          Eso no es verdad. Tú me quieres, tanto como yo… me quiero- sonrió cálidamente.
Permanecimos en silencio, aún con mi cuerpo impuesto sobre el suyo, mi cabeza descansaba sobre su hombro y el calor de su cuerpo me confortaba.
-          Oye petite, vete a la cama, es tarde- susurró y besó mi frente. Alce el rosto y junté nuestras frentes.
-          Quédate, no quiero quedarme sola- las palabras salieron arrastradas por el sueño.
Me sentía embriagada, el rostro de James se sentía tan suave sobre el mío, solo quería sentirlo un poco más. Froté mis mejillas contra las suyas, y al hacerlo una serie de escalofríos recorrió todo mi cuerpo. James puso su distancia, como siempre lo había hecho. M e sostuvo con fuerza y me empujó para hacer que me levantara. Pero antes de que mis pies se hubieran movido, en un movimiento realmente confuso, los labios de James tocaron los míos. Antes de que él pudiera apartarse, me abracé de su cuello y apreté mis labios contra los suyos.

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